a veces tan impaciente me despierto cualquier día,
con una de esas sonrisas tontas al azar...
A veces,
con tanta desilusión en un exceso de sinceridad,
grito tu nombre como queriéndome equivocar...
Los relojes en este desierto de irrealidad
juegan con un dolor ya insoportable,
cuando un sentimiento merece la pena,
cuando el llanto bosteza de tristeza...
Un péndulo que decide
entre el primer suspiro de 1992
y la arquitectura de tu voz,
una respuesta a cualquier decisión...
Sin saber decir adiós.
A veces impaciente,
a veces tan impaciente me estremezco cualquier noche,
con el alma alzada al cielo rindiendose ante ti,
las estrellas silban de emoción
a pesar de haber sobrevivido al verbo sufrir,
a pesar de intentar cerrar los ojos
y sentir que eramos tres y luego fuimos dos,
las melodías crecían según mis propias ilusiones,
tantas veces no entiendo nada y susurro...
Sin saber decir adiós.
(c) 2011